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Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, libro (página 2)



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Trujillo siempre tuvo una actitud un tanto distante con relación a Moca y los mócanos. Y ello se debe a que Trujillo conocía cabalmente las relaciones de la sociedad mocana con el poder. En los años en que prestaba servicios en Santiago como Mayor de la Guardia Nacional, visitaba los centros sociales de Moca ya que el Presidente Horacio Vásquez y muchos de los miembros de su gabinete eran mócanos, pudiendo conocer así por dentro la sociedad mocana. Respetaba su aristocracia. Ello le permitió una vez en el poder manejarse con cierto cuidado en uno de los aspectos más degradante de su régimen.

En efecto. Trujillo tenía una gran afición, más bien una pasión, por las mujeres, especialmente por las mujeres jóvenes y bellas. Tenía enorme apetencias sexuales y la heroica escala en que las satisfizo fue realmente notable. Gozaba con las mujeres, tanto con su compañía como con su cuerpo, aunque le fuese indiferente su mente. Trujillo creo un servicio de celestinaje para proveerse de mujeres jóvenes periódicamente. En una ocasión, un consagrado celestino al servicio del dictador que vivía en Santiago se trasladó a Moca en cumplimiento de su proxeneta menester. Posó la mirada sobre una linda joven perteneciente a una linajuda familia de la localidad, pero cuando Trujillo supo de ese mal servicio que el celestino de marras quería prestarle, lo rechazó, pues respetaba la condición de notable que esa familia tenía en la sociedad mocana.

Se sentía apabullado por la prosapia de la aristocracia mocana con la que él había convivido, lo cual no ocurría con la capitaleña, por la que Trujillo se había sentido despreciado, por lo cual buscaba la oportunidad para vengarse y cobrarle lo que entendía fueron desprecios cuando era menos conspicuo. Era que en él se daba un proceso que psicológicamente actuaba como un torbellino. Por temperamento y aspiración, ya que no por nacimiento, era un aristócrata. Admiraba las maneras, el donaire, las ropas y el tono de la gente a la que se complacía en afrentar tan cuidadosamente estudiada. Listin Diario, Domingo 11 de Noviembre del 2001

Otras versiones en torno a la muerte de Trujillo

Juan Daniel Balcácer Existe un libro, poco conocido por las jóvenes generaciones, titulado "Yo investigué la muerte de Trujillo", escrito por el doctor Teodoro Tejeda Díaz, y publicado por la prestigiosa casa editora Plaza Janés, S.A., en diciembre de 1963, en Barcelona. Ha habido comentarios en el sentido de que la familia Trujillo radicada en España intentó evitar la circulación de este libro, pero desconocemos si esa especie es verosímil. Tampoco tenemos noticias de si este texto fue reeditado posteriormente.El doctor Teodoro Tejeda Díaz era el Procurador Fiscal de la entonces Ciudad Trujillo y en tal condición le correspondió dirigir la investigación relacionada con lo que el gobierno de turno llamó "el vil asesinato del ilustre Jefe", el dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina.Ese martes 30 de mayo de 1961, el doctor Tejeda dice que fue un día como otro cualquiera. Laboró en su despacho normalmente y hacia el final de la tarde se dirigió a una pequeña finca que poseía. Alrededor de las nueve y media de la noche -justo cuando los conjurados, situados en la avenida, esperaban por el vehículo del dictador-, el fiscal Tejeda llegó a su residencia, se duchó y luego se acostó a descansar. Aproximadamente a las once y media de la noche fue bruscamente despertado por el sonido del teléfono: era el Procurador General de la República quien le solicitó que se vistiera y se dirigiera de inmediato a su oficina, pues algo muy grave había sucedido.

"Para un procurador fiscal era cosa corriente recibir este tipo de instrucciones. Por tanto, no me alarmé", escribió Tejada. Así que, una vez se hubo vestido, se dispuso a dirigirse al despacho del procurador general cuando otro automóvil se detuvo frente a su casa y el ocupante del mismo, un militar, le comunicó que uno de los jefes de seguridad del gobierno requería su presencia con carácter de urgencia.

La sede principal del temible Servicio de Inteligencia Militar entonces estaba situada en la avenida México a esquina San Martín y, una vez allí, el doctor Tejeda fue conducido al despacho del coronel Figueroa Carrión, quien, sin rodeo alguno, le informó que hacía media hora que Trujillo había sido víctima de un atentado. Le instruyó para que esperara por él, pues deseaba que juntos iniciaran la investigación; pero, en el ínterin, Tejeda llamó a su secretario particular y luego se dirigió a la casa del ayudante del fiscal que mayor confianza le merecía. Se trataba del joven abogado doctor César Estrella Sadhalá, quien, como era natural, no se encontraba en su casa.

A la medianoche el jefe de la policía le informó al fiscal que en el hospital militar Profesor Marión (luego doctor Lithgow Ceara), habían ingresado al capitán Zacarías de la Cruz, chofer de Trujillo, quien presentaba heridas graves en distintas partes del cuerpo. El doctor Tejeda intentó interrogar a Zacarías esa misma noche, pero agentes de seguridad no se lo permitieron aduciendo que el mismo se hallaba bajo los efectos de la anestesia y que no podría hablar hasta después de unas seis horas.

En ese punto, el fiscal ordenó que se localizara el coche en el que Trujillo se trasladaba a San Cristóbal, el cual fue encontrado "a unos setecientos metros del lugar del atentado; estaba medio oculto por la maleza, al lado de la autopista Ciudad Trujillo-San Cristóbal. En el pavimento de la misma había manchas de sangre y vidrios rotos", indicó el Tejeda Díaz.Para las dos y media de la madrugada, los agentes del SIM al parecer tenían un cuadro casi completo de la situación. Reinaba una actividad intensa e inusitada tanto en el Palacio Nacional como en los principales cuarteles de la capital. Serían casi las tres de la madrugada cuando, según el testimonio de Tejada Díaz, el coronel Figueroa Carrión volvió a llamarle por teléfono para comunicarle que se debían realizar algunas "inspecciones domiciliarias" entre reconocidas personas desafectas al régimen con el propósito de identificar a los sospechosos de haber perpetrado el crimen contra Trujillo, quien, en el entretanto, no había sido encontrado "ni vivo ni muerto".

"Mientras esperábamos noticias -consignó el autor de "Yo investigué la muerte de Trujillo"-, el jefe de la Policía nos informó de que en la Clínica Internacional se atendía de urgencia a un herido. Este resultó ser Pedro Livio Cedeño, ex capitán del ejército y, al presente, administrador de la fábrica de acumuladores eléctricos propiedad de Trujillo y sus allegados. Presentaba heridas en el vientre. Para operarle le fueron administrados anestésicos locales, lo que permitió que pudiera ser interrogado. Nos dijo los nombres de algunas personas envueltas en el asunto. Señaló a Juan Tomás Díaz, hijo de crianza del dictador, y a Antonio de la Maza." No puede determinarse con precisión si el operativo para requisar la residencia del general Juan Tomás Díaz esa misma noche provino del interrogatorio practicado al héroe Víctor Livio Cedeño o del hecho de que en el lugar del atentado fue hallada una pistola que era propiedad del primero, al igual que el carro Mercury perteneciente a Salvador Estrella Sadhalá, circunstancia ésta que luego le permitió al fiscal Tejeda Díaz comprender por qué no encontró a su ayudante, el doctor César Estrella Sadhalá, cuando le procuró en su casa al inicio de la investigación. Lo cierto es, sin embargo, que a raíz del allanamiento realizado a la casa del general Juan Tomás Díaz las autoridades encontraron armas de diversos calibre y, debajo de la escalera, apareció el maletín propiedad del dictador, que contenía mucho dinero, otros documentos así como la condecoración de cinco estrellas que solía exhibir el generalísimo.

Las pesquisas de las autoridades no daban lugar a equivocaciones. Evidentemente, el general Juan Tomás Díaz estaba involucrado en el atentado contra Trujillo, al igual que Antonio de la Maza y, claro está, Víctor Livio Cedeño. Pero como aún no se había dado con el paradero del Jefe, existía la esperanza de que el mismo hubiese sido secuestrado con el propósito de producir un golpe de Estado, y también se sospechaba que en el complot había otras personas, cuyas identidades aún se ignoraba. El ambiente político y la vida apacible de la entonces no muy poblada Ciudad Trujillo se vieron envueltos en una enrarecida atmósfera de tensión y de angustia. Por disposición del jefe de las Fuerzas Armadas, bajo la tutela directa del general Arturo Espaillat, se había procedido a acuartelar rápidamente a todos los miembros de esa institución castrense; mientras que los agentes del servicio secreto iniciaban una desenfrenada cacería de enemigos del régimen. Cuando los investigadores se disponían a abandonar la residencia del general Díaz, según narra Tejeda Díaz, al coronel Figueroa Carrión "se le ocurrió efectuar un registro en un garaje aledaño a la casa de Juan Tomás Díaz", y lo que allí encontraron sencillamente dejó perplejos y estupefactos a todos los presentes. Aquél patético panorama que se presentó ante la mirada incrédula de los investigadores, como quien descorre súbitamente una cortina, lo describe Tejeda Díaz de esta manera:

"Hubo que violentar la puerta de entrada. En el interior del garaje había un automóvil negro, marca Oldsmobile, modelo 1960, en cuyos costados se veían algunos agujeros de balas. En el interior del vehículo encontramos muchas cápsulas de revólver y ametralladora. Tuvimos también que forzar la cerradura del baúl. Una vez abierto, apareció ante nuestros ojos el cadáver del dictador. Estaba en posición lateral y tenía la cara bastante desfigurada, sin duda a consecuencia de golpes ocasionados por objetos duros; seguramente con la culata de las ametralladoras que debieron de utilizarse en la refriega. Vestía un traje verde oliva, de corte militar, agujereado en diversos sitios. Según el certificado médico expedido por el doctor Francisco González Cruz, el cadáver del dictador presentaba diecisiete balazos, cinco de los cuales, por lo menos, eran mortales por necesidad. Entre los presentes, coroneles Abbes García y Figueroa Carrión y su séquito, se produjo un silencio sepulcral. Y al instante todos rompieron a llorar. Era evidente que querían a Trujillo como a un padre".

Bibliografia

Historia Oculta de un Dictador… Trujillo, 1977 Víctor A. Peña Rivera, Editorial Plus Ultra Internet, www.listin.com.do Internet, www.elcaribe.com.do

 

GENERALÍSIMO RAFAEL LEÓNIDAS TRUJILLO MOLINA "NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"® www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®

 

 

 

Autor:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

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